viernes, 23 de abril de 2010

EL REGALO


Al abrir la puerta de la oficina ví una planta pulcramente plastificada para su mejor transporte sobre mi mesa. No me llamó la atención. Suelo encontrarme bastantes cosas en mi oficina cada mañana, y muchas de ellas nada relacionadas con mi trabajo. Al sentarme y observar la planta más tranquilamente, ví una nota de mi compañera con las instrucciones para su cuidado. No decía de parte de quién venía. Pero me lo imaginé de inmediato. No me gustan los regalos si no son de gente cercana, me hacen sentir incómoda; pero menos aún me gustan los regalos como actos de contrición. Y éste, estaba claro, lo era.

Coloqué la planta en otra mesa, más lejos. Me disgustaba tener que aceptar un regalo así, máxime cuando me había prometido a mí misma no aceptar más regalos que lo único que hacen es otorgar demasiadas confianzas (hacia mí, obviamente) al que los regala. Sin embargo, mientras abría los armarios para archivar documentos, me dije a mí misma que no estaría bien devolverlo. Aceptaría las disculpas en forma de orquídea. Porque resulta que la bella planta era eso precisamente. Una preciosa y esbelta orquídea de color lila.

Cuando llegó la hora de volver a casa y dirigí mi mirada a la orquídea, que me esperaba paciente, sentí una intensa pereza por tener que cargar con ella, pero pensé que no podía dejarla todo el fin de semana de aquel modo, envuelta en aquel plástico y en aquella oficina sin luz natural, así que tendría que llevarla conmigo y regarla, siguiendo al pie de la letra los meticulosos cuidados que necesita una planta tan delicada.

La cogí en ristre y me sorprendió ver que apenas pesaba y que su transporte no sería tan engorroso como había imaginado. Me lancé a los andenes del metro con prisa por llegar a casa y descansar. Nunca en mi vida antes había llamado tanto la atención. Noté que todo el mundo me miraba... para ser honesta, miraban mi estupenda planta.

Ya en el vagón, me ví a mí misma protegiendo contra mi pecho las flores preciosas de mi orquídea. Habría resultado muy fácil que algún codo descuidado hubiese hecho papilla las frágiles flores, tantos pasajeros íbamos embutidos en aquel tren. Nada más percartarme de este hecho, empecé a cogerle cariño a la orquídea. Incluso me sentí agradecida por tan bonito regalo. Así que he decidido adoptarla. Si esta orquídea ha hecho un viaje tan largo desde Lima a Madrid, se merece un lugar destacado en nuestra nueva casa.

1 comentario:

  1. Que la orquidea sea el augurio de un gran amor en tu futura casa, besos

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