lunes, 25 de octubre de 2010

YO CONFIESO

Creía que yo no, que a mí no me tocaría nunca, que a mí no me pasaría, que yo no, por favor, anda ya qué dices...
Pero sí, yo también, como todos los demás. Como todo hijo de vecino, como la gente corriente y moliente.
Soy vulgar. Lo reconozco.
Tengo una manía: no soporto las pegatinas que les ponen a las cosas que venden en las tiendas. Las odio. Odio aquellas que no salen y se quedan medio pegadas, pegajosas y sucias. Las odio. No lo puedo evitar. Es una compulsión: pegatina que veo, pegatina que arranco.
Que nadie ponga una pegatina en mi camino, porque me pongo de los nervios y se me erizan los pelillos del lomo.
Las pegatinas son como para mí como la kriptonita para Clark Kent.

Pero yo no soy un súper héroe que se debilita y pierde sus poderes, soy mucho más prosaica y lo único que sucede es que se me pone cara de mala uva.

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