lunes, 21 de junio de 2010

ESTOY BIEN HECHA, PERO MAL MONTADA


Así es. He de asumirlo. Mis piezas venían bien de fábrica, pero en la cadena de montaje, pues debe ser que se ensamblaron de manera defectuosa. De ahí todas mis dolencias piramidales, aquíleas, lumbares y demás.

Pero no pasa nada.

Una va al osteópata dispuesta a sufrir, con los ojos medio engurruñados y el resto del cuerpo igual, tensa perdida y lo primero que te pregunta el susodicho es qué te pasa y por qué y tú te quedas a cuadros, porque se supone que eso te lo tiene que responder él, por lo menos yo creo que a la segunda pregunta sí, no me diréis que no.

Después de relatarle con cara triste y ojerosa que me duele aquí y acullá, él te dice con sonrisa de autosuficiencia que eso te lo arregla él en un periquete y se pone manos a la obra o en la masa, como queráis imaginároslo.

Me retuerce y me cruje por arriba y por abajo, me llena de cardenales, me hace sudar la gota gorda, y en medio de esta batalla campal o mejor dícho, carnal, me suelta ese piropo precioso de que estoy bien hecha pero mal montada, como para eximirme de toda culpa. Yo me río por no llorar y él me sigue estrujando como si fuese una naranja.
Vamos, que como guinda le faltó ponerme un lazo y envolverme para regalo.

Lo dicho: si alguna necesita cuidados fisioterapéuticos, que me lo diga, que este hombre es un artista.

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