"Un león travieso,
con el rabo tieso,
dijo a la pequeña,
que iba a coger leña:
-soy un pobre ciego,
ya no veo, veo;
cógeme la pata,
vamos de paseo.
Vente a la montaña,
te daré castañas.
Y dijo la niña:
-no, no, que me engañas."
Este poema de Gloria Fuertes me lo habrá recitado A. ni se sabe cuántas veces en el recreo, entre bocata y bocata de boquerones en vinagre.
Me encantaban esos bocatas, mi madre siempre me hacía uno grande para mí y unos cuantos más pequeños para repartir con mis amigas, entre ellas A., que a cambio, me recitaba este poema todas las veces que se lo pedía. Y creedme, fueron muchas.
Hay días como hoy que me entra la nostalgia y me apetece echar la vista atrás y acordarme de cuando éramos pequeñitas y teníamos todo el tiempo del mundo, sin internet, sin móviles y salíamos del cole tan alegres, oliendo a goma de borrar y a lápices de colores.
La de veces que nos dejamos engañar con tal de estar al lado de alguien... Me ha gustado, Helen.
ResponderEliminarYa te digo, y la de amigos que se hace compartiendo un simple bocadillo... es el poder de la comida, que une. Más que la coca-cola.
ResponderEliminarMuchas gracias, Amparo, por pasarte por aquí.
Tu blog también me ha gustado mucho. No dejaré de visitarlo.
JAjaja, no me lo esperaba, muy bueno, si señora.
ResponderEliminarEs verdad que teniamos todo el tiempo del mundo y bien que lo exprimimos haciendo nada serio y de provecho, lo mejor que himos, niña. Estos dias en los que no tengo tiempo para derrochar me acuerdo mucho de esas tardes-noches sentadas en la calle, charlado durante horas, imaginando y haciendo planes, menos mal que lo himos.
Qué tiempos aquellos, sobre todo los largos veranos tumbadas en la orilla de la playa dejando que las olas nos rompieran encima.
ResponderEliminarEs bonito poder decir a dúo: ¿te acuerdas?