O cómo encontrar satisfacción en pasar frío al raso y que te piquen bichos a los que no puedes ver.
A eso me voy dentro de media hora. A vivaquear a diestro y siniestro con el propósito de ver las estrellas.
Yo no le veo mucha emoción a la cosa, pero mis amigas sí. No me gusta defraudar a las amigas. Si ellas piensan que estaré a la altura del vivac, lo daré todo para no fruncir el ceño ni torcer el morro cuando me tenga que pasar la noche durmiendo sobre las piedras puntiagudas de la sierra madrileña.
Una tiene su pundonor y no pienso arredrarme por cuatro piedras malolientes y unos cuantos bichos famélicos.
A mi vuelta os cuento.