Tengo un amigo que hoy es la vigésima vez que casi deja de serlo.
Este amigo mío es un hombre encantador, cariñoso, amable, divertido, amoroso, achuchable. Cuando estás con él, te dan ganas de abrazarlo, porque es un cielo.
Pero este amigo mío es reincidente: siempre me deja plantada.
Y ya me tiene harta.
Es el colmo de los colmos.
Hoy teníamos que habernos visto para comer juntos. Pero yo que soy muy cuca (o eso creo) me enteré por fuentes fidedignas que mi amigo se había largado a casita haciendo mutis por el foro de la manera más cobarde. Sin llamar ni avisar ni nada. ¡Lo sabía!
Sé que se le ha olvidado completamente, que no lo ha hecho a propósito. Sé que cuando se acuerde me llamará y pondrá voz de osito o tal vez de gusiluz y me pedirá perdón y prometerá compensarme con no sé qué ocurrencia de las suyas.
Pero lo que me da coraje de todo esto, es que este amigo mío dé por hecho que siempre, siempre, siempre lo voy a perdonar.
Sé que llegará un día en que mis bonos-perdón se agoten y nuestra amistad se acabe.
Dejar a los amigos plantados no es de recibo, no está de moda, no tiene excusa y además me pone de muy mal humor.
Estoy oficialmente enfadada contigo, que lo sepas.